La cumbre en el camino

Everest, 1953.  Tomado de © The Alpine Journal


¡Oh, con cuánto empeño debemos esforzarnos, no en alcanzar un lugar más elevado en la tierra, sino en domeñar nuestros apetitos, incitados por impulsos terrenales!
Subida al Monte Ventoso, Petrarca

Cuando decidí escribir sobre el montañismo, no caí en cuenta del camino que estaba a punto de embarcar. Al principio vi la cima cercana a pesar de la lejanía, como cuando el ojo se deja engañar por el tamaño de una montaña que se deja abarcar en su totalidad de un solo vistazo, pero que luego se impacienta cuando ya está ascendiéndola y no puede hallar la cumbre. Con algo de paciencia y perseverancia caminaremos el trayecto hasta el final, que no está en la cima, sino en el retorno al principio donde ya nada es igual.

La visión de la meta

Cuando nace la idea de escalar una montaña, el objetivo es claro como un manantial: llegar a la cima a como dé lugar. El fin: contemplar el mundo desde la altura y poder hincar la bandera del logro personal como hito de las propias capacidades. En esencia, la aventura nace como reto individual, pero pronto muta a obsesión y necesidad.


Datos tomados de Himalayan Database
y preparados por Felipe Robayo
Hillary (izq.) Tenzig (der.) © Tomado de Debate.org 
Se planea con detalle el día de partida. Se vuelve necesario equiparse para la hazaña. Se consulta con expertos en la materia y se rebosa el cerebro con consejos regados en libros y el internet sobre la mejor manera de afrontar los caprichos de la montaña. Se alquilan equipos y en algunos casos hasta sherpas. Total, según el Himalayan Databasedesde el ascenso inicial del sherpa Tenzing Norgay junto al neozelandés Sir Edmund Percival Hillary el 29 de mayo de 1953, 5,294 personas han conquistado 9,159 veces la máxima cima del mundo, el Everest, entre ellos tres montañistas han alcanzado la cima veintiún veces (Apa 'Súper' SherpaPhurba Tashi Sherpa y Pasang Dawa Sherpa), Ms. Lhakpa Sherpa nueve veces, el octogenario japonés Yuichiro Miura tres veces, los adolescentes Jordan Romero y Malavath Poorna de trece años una vez, diez colombianos desde el 2001 y ¡hasta 245 montañistas en un mismo día! Con razón el gobierno chino restringirá el ascenso a menos de 300 por la cara norte y sólo durante la primavera, pues se hacen trancones en la ladera y la cantidad de basura amenaza con añadirle altura a la montaña.

Un sherpa Nepalí recoge basura a 8,000 metros en el Everest. 
© CREDIT: AFP Tomado de Telegraph

Pero no demora en hacerse evidente la falta de preparación para confrontar el cometido. Y comienza a languidecer la gana de emprender el ascenso y se posterga a razón de que la montaña no se va a ir a ningún lado, pero el deseo por llegar a la cima aún arde en la boca del estómago y no hay extintor capaz de aplacar ese sueño que renace como el fénix de las cenizas. 


Por otro lado, dada la naturaleza gregaria del montañismo, surge la necesidad de encontrar aliados para acometer la montaña, lo que trae consigo sus propias dificultades como bien subrayó el poeta italiano Petrarca en su Subida al Monte Ventoso cuando decidió ascenderlo "ninguno de mis amigos –por increíble que sea decirlo– me parecía adecuado en todos los aspectos, hasta tal punto es rara, incluso entre personas que se estiman, la perfecta sintonía de voluntades y carácter." Además, como el pastor que intenta disuadir a Petrarca y al hermano de escalar el Monte Ventoso, la voz de la experiencia primero advierte sobre los peligros para buscar detener los emprendimientos, pero al reconocer la determinación juvenil aconseja y señala el camino a seguir.


Monte Ventoso Tomado de © Conversion Narratives in Early Modern Europe

Y parece que así es todo en la vida cuando de emprender se trata, bien sea una nueva relación, una nueva empresa, una nueva carrera, una nueva vida en un nuevo lugar, no importa cuánto se planee la travesía -aunque aumente la preparación ante los imprevistos y las probabilidades de éxito-, sólo caminar definirá lo necesario para recorrer el camino.  

El esfuerzo de la ascensión

Ni es posible que alguien corpóreo alcance las alturas descendiendo
Subida al Monte Ventoso, Petrarca

Ya cara a cara contra el ascenso comienza un esfuerzo de largo aliento. Como se hace evidente gracias al sentido común, toda montaña representa sus propios retos. Las Siete Cimas más altas del mundo* traen consigo una huella digital de dificultades y bondades, pero en el fondo, coronarlas depende más del montañista que de la montaña.  

Siguiendo con el ejemplo del Everest, el guía Tshering Pande Bhote estima 60 días para la travesía hasta la cima desde Katmandú y tan sólo cobra $40.000 dólares por persona. Por otro lado, las cifras son alentadoras ya que entre 1905 y el 2018 sólo han muerto 295 montañistas, es decir 6% de los que han ascendido el Everest, de los cuales 119 eran guías -¡40% del total!-, dándose la muerte más común cuando preparaban la ruta para el ascenso con 75 fatalidades. De modo que la montaña cobra su precio sin importar el nivel de experiencia, como le pasó al querido Rob Hall, quien en su cuarto ascenso sucumbió a la impredecibilidad de la montaña.


Aconcagua - 6,962m © James Egremont-Lee / Ben Freeth

Y es que las dificultades del montañismo yacen, por el lado de la montaña, en las características del terreno, la altitud y las condiciones climáticas adversas. Por el lado del montañista son más variables, como la condición física y la capacidad de aclimatación, las habilidades técnicas, el equipo, la orientación, la recursividad, el ingenio y el acertamiento en la toma de decisiones. Como narra Sir Edmund Hillary en una carta post-descenso que le escribió anóxico al futuro suegro, la clave estuvo en la administración precisa de oxígeno, de lo contrario, su sueño de llegar a la cima se habría frustrado.


Tomado del Twitter de Vladimir Prieto
En Colombia, cuando alguien decide escalar la montaña del emprendimiento en busca del éxito, queda claro que las cornisas impuestas por el Estado hacen imposible la llegada a la cima. Mario Valencia, en su artículo "Emprendedores Quebrados" de la revista Dinero, revela los espeluznantes datos de un estudio de Corfecámaras de diciembre del 2018: "Entre 2013 y 2017 se crearon 1.075.908 empresas y se quebraron 1.011.613, el 94%" En otras palabras, emprender en Colombia es sinónimo de lanzarse con fe ciega hacia la bancarrota, esperanzado de que un buen viento le salve el pellejo de estrellarse contra el fondo o de los cobradores gota a gota -alias grupo AVAL-.

Sin embargo, sin importar la aspereza e inclemencia del terreno, el ascenso hasta la cima depende de uno mismo. Quizá sea cliché la anterior afirmación, pero en realidad es una cuestión del camino que se decide tomar. Petrarca lo vivió al ascender el Monte Ventoso, pues cuando buscó el camino más largo y fácil se encontró con uno "largo y difícil." Y no fue sino hasta que confrontó la inevitable dificultad del ascenso cuando por fin logró llegar a la cima del 'Hijuelo'. 

Lamentablemente, los grandes capitalistas colombianos se escudan de la culpa de la proliferación de la miseria achacándolo a la pereza de los pobres para insinuar que quien no sale de pobre para subir a la cima del éxito es por decisión propia. Peor aún, dicho discurso tiene eco en los demás estratos sociales, incluidos los cero, uno y dos que se dan látigo cuando después de innumerables esfuerzos permanecen en el fango de la pobreza, y defendido a capa y espada por los estratos tres, cuatro y cinco como si se tratara de un dogma. 

Lo que no dicen es que de los 45,5 millones de habitantes el 26,9% vive en pobreza y el 7,4% en pobreza extrema -la línea de pobreza está delimitada por un ingreso mensual de 250 mil pesos (U$80) y la de pobreza extrema por 116 mil pesos (U$37)-. Es decir, el 34% de la población Colombiana vive bajo la línea de pobreza, algo así como 15,6 millones de colombianos, ¡casi 350 mil más que la población de Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena y Barranquilla juntas!



En definitiva, la montaña más difícil de escalar en Colombia es la montaña de la pobreza, que más que montaña parece abismo de paredes lisas, de donde sólo se puede salir con las herramientas adecuadas que cuestan demasiado dinero para siquiera imaginar adquirirlas. Salir de la pobreza en Colombia es un Catch 22**, pues para lograr salir de pobre, hay que tener dinero, y para tener dinero hay que vender el tiempo, pero el tiempo lo pagan a precio de huevo y no alcanza ni para los huevos, entonces o se ahorra o se come y cuando llega el fin de mes, en vez de ganancias y ahorros se acumulan deudas y para pagar las deudas se piden préstamos y... 

Al parecer, el plan de desarrollo propuesto por el joven Presidente Duque es una falacia al basarse en el emprendimiento, pues para emprender se necesita dinero, pero sobre todo, apoyo del estado, el cual no está dispuesto a brindar pues son la verraquera y las ganas los co-deudores de los nuevos empresarios, quienes sueñan con salir de pobres corriendo el riesgo de resultar en la extrema pobreza. En otras palabras, de aquí a que un colombiano nacido en la pobreza pueda contratar los servicios de un sherpa barato para escalar el Everest necesita de un par de vidas al mejor estilo de los videojuegos.

La cima

Las nubes estaban bajo mis pies y ya me parecían menos increíbles el Atos y el Olimpo
Subida al Monte Ventoso, Petrarca

Este viaje hacia alturas desconocidas me ha hecho divagar sobre las situaciones económicas de mi país paterno y materno, y ofrezco excusas si he ofendido a alguien con mis divagaciones, pero en realidad me pesa en el alma pensar en el millar de compatriotas que viven en situaciones de tan extrema precariedad. Por una parte no lo hago con la intención de menospreciar a Colombia, pero sí con la intención de invitar a la reflexión sobre cómo mejorar la aterradora situación actual. Aquellos datos, a la larga, dejan mucho qué desear, pues la línea de pobreza propuesta por el estado es irrisoria, ya que indica que las personas, para considerarse no-pobres deben ganar un promedio de nueve mil pesos diarios. ¡Nueve mil! ¡Tres dólares! En el fondo, lo hago con la intención de engendrar compasión hacia los que viven en este estado de extrema y enervante necesidad. En vez de tildarlos de perezosos, maleducados y desocupados, quizá beneficiaría pensar en ellos como necesitados de ayuda humanitaria, urgidos de apoyo estatal y comunitario, pues son víctimas de la forma como concebimos la prosperidad nacional y merecen ya una reparación impostergable. Ahora no vaya a ser que me tilden de comunista-castro-chavista-madurista, pues me interesa crear riqueza para los pobres, no empobrecer a los ridículamente adinerados.


© Al Margen

Ya llegando a la otra cara de la montaña, la vida se me ofrece como un regalo del universo, como un regalo de los padres que le dan a uno la vida por medio de su amor -o su excitado descuido o ingenuo accidente-. Y es que llegar a la cima de la montaña cuesta un tremendo esfuerzo físico, monetario, mental y espiritual, pero la gasolina del cuerpo que es el oxígeno, es gratis, los pies son de uno, la tierra que se pisa es de todos, las ideas tienen dueños efímeros y la grandeza espiritual no está encadenada a los muros de ninguna iglesia. Y si las cadenas son sólo financieras, vale recordar que ni las riquezas ni las deudas lo acompañarán a uno al recinto de la muerte. 

Los vericuetos financieros son sólo una ilusión, Donald Trump se declaró en quiebra cuatro veces y ahora es el presidente de Estados Unidos -no sabría cómo interpretar esto-. No estoy diciendo que el camino más corto para llegar a la presidencia de un país sea declararse en bancarrota, pero sí que no constituye un impedimento de fuerza para llegar a las cimas políticas. Me gustaría ser presidente de Colombia para acabar con los discursillos que ensalzan y convencen diciendo 'Hombres honorables' y 'Hombres de bien' cuando tienen declarados nexos paramilitares y falsos positivos. Me gustaría llegar a la presidencia para desarrollar la industria nacional en vez de permitir el desfalque sistemático de la materia prima exportada a precios regalados que perpetúa la pobreza colombiana. Me gustaría ser presidente para repartir las tierras improductivas en manos de hacendados cascarrabias que sólo las quieren para ser exonerados de impuestos y dárselas a los campesinos que anhelan cultivar una hectárea para alimentar a su familia. Quisiera ser presidente para legalizar la cadena perpetua a los corruptos y permitir la pena capital a los Garavitos. Me gustaría ser presidente para escuchar las necesidades del pueblo manifiesta en su líderes sociales que hoy por hoy asesinan sistemáticamente (única movida medio sensata del Fiscal Néstor Humberto Martínezreconocer la sistematicidad.) 

Pero antes de ser presidente, quiero ser mejor persona, conquistarme a mí mismo, pues en muchas ocasiones soy veloz en visualizar los problemas externos y me tardo en darme cuenta de mi propio océano de falencias. Quiero ser mejor padre. Quiero ser mejor escritor y vivir de la pluma. Quiero llegar al pináculo de mis capacidades para aportar mi grano de arena social al mejoramiento de la sociedad colombiana y mundial. Para ello necesito cultivar mi relación con mi ascendencia y con mi descendencia, nutrir mis relaciones interpersonales, pero ante todo, aprender a vivir conmigo mismo. 


iStock

Por lo pronto medio comprendo que la montaña más difícil de escalar es la de conocerse a uno mismo, saberse individuo inmerso en una sociedad, con tesoros para aportar y toxicidades a evitar, la montaña de la auto-aceptación cuyo pico yace en el propio interior, invisible al ojo y sólo perceptible al corazón. Quizá me torno excesivamente hippie, espiritual y vocero de la auto-ayuda, pero eso soy lo que soy, pues si uno no se ayuda a uno mismo, ¿quién? 

La cima está en comprender que no importa cuántas montañas se conquisten y cuántos paisajes se admiren desde la altura, todo ello no vale nada si no se ha conquistado a uno mismo.

El descenso que aporta altura

Y fueron los hombres a admirar las cumbres de las montañas y el flujo enorme de los mares y los anchos cauces de los ríos y la inmensidad del océano y la órbita de las estrellas y olvidaron mirarse a sí mismo.
Confesiones, San Agustín

Al descender de las cumbres de la reflexión me doy cuenta que no hay camino que se transite sin culminar en una transformación. El peligro es transitar la vida como un autómata esclavizado a la rutina, ser una cacatúa que repite incesantemente los discursillos de turno, ser una oveja que traga entero y sigue ciegamente a los lobos que conducen hacia el abismo. La mayor dificultad que afrontamos como especie humana es la de la autodestrucción, no la del mundo pues la tierra seguirá navegando en su órbita solar después de que nos ahoguemos en nuestra propia basura o nos erradiquemos por medio de un estallido nuclear. Nuestro mayor enemigo se llama pobreza, su mayor aliado es la indiferencia y el verdugo se llama terquedad. La tristeza es la heredera del hambre y la corrupción es el abogado de la impunidad. 

Cuando el color de nuestra piel sea puente de unión, cuando los idiomas sean una motivación para comprender las diferencias discursivas, cuando la opresión de género sea historia remota, cuando el millonario abrace al mendigo como acto de hermandad y no de caridad, cuando comprendamos que las fronteras pertenecen al mismo mundo, habremos alcanzado la cima de nuestra humanidad.

© Robert Bösch
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Felipe Robayo

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*Las Siete Cimas: el Everest con 8,850m en Asia, el Aconcagua con 6,962m en Sur América, El Denali con 6,190m en Norte América, el Kilimanjaro con 5,895m en África, el Elbrús con 5,642m en Europa, el Puncak Jaya o Carstensz con 4,884m en Oceania y el Vinson con 4,892m en Antártica.
**Catch 22la trampa 22 es una situación problemática para la cual, la única solución es negada por una circunstancia inherente al problema o por una regla. Por ejemplo, perder algo es típicamente un problema convencional; para resolverlo, uno busca el objeto perdido hasta que lo encuentre. Pero si lo que se pierde son los lentes, no se puede ver para buscarlos.

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