El sueño del Teneré

Línea de partida de la carrera Nueva York - París en 1908

El Dakar Perú que terminó la semana pasada fue la edición No. 41 de lo que comenzó como un sueño del francés Thierry Sabine, quien se extravió en su moto en el desierto de Libia en 1977 donde concibió la carrera quizá en la forma de delirio pero que nada más al año siguiente se hizo realidad cuando 182 vehículos se reunieron en la plaza del Trocadéro en París frente al Palais de Chaillot con el fin de emprender los diez mil kilómetros hasta Dakar. Quizá Sabine se había obsesionado con la carrera entre Nueva York y París en 1908 cuando tan sólo tres de los seis que arrancaron terminaron, resultando ganador George Schuster en un Thomas Flyer: un bávaro sobre un auto gringo. Quizá soñaba con poseer un auto-oruga de la Citroën diseñado en 1922 para atravesar por primera vez el Sahara en automóvil. Quizá sólo lo dijo en chiste cuando lo rescataron del desierto del Teneré, pero al ver que le tomaron la caña, continuó con la organización del evento hasta su muerte en Mali el 14 de enero de 1986 al chocar contra una duna solitaria en su helicóptero durante la carrera. Hoy sus restos yacen bajo el árbol de Teneré que le mostró el jefe tuareg, Manu Daiac, pero la carrera no murió con su creador pues el padre, Gilbert Sabine, continuó con el emprendimiento de su muchacho, hoy legado de la humanidad.

Trayecto de la carrera Nueva York-París. Tomado de Wikipedia

Nada más ver una etapa de esta carrera transforma al espectador. El paisaje árido es coherente con las nubes de arena que dejan atrás los vehículos, pues más que compitiendo pareciera que estuvieran huyendo del espacio, su máximo adversario, algo así como cuando se ponen los pies en polvorosa debido a una relación tóxica. Además, los rostros de los competidores tras una etapa pierden la suavidad y tersura de una piel sana y la complexión de seguridad para dar paso al tinte del cansancio, la impotencia, la humildad en forma de humillación, la comprensión de que aquello que atraviesan es infinitamente superior en fuerza e impasibilidad. En otras palabras, los competidores entran con rostro de príncipe inglés y salen con rostro de minero indio de carbón.

Mineros de carbón en la India. 
Foto de Sebastiao Salgado. Tomado de ArtSpace

La competencia, para los que no saben, cuenta con seis categorías: moto, quad, carro, SxS, camión y Original Motul, esta última para aficionados que se autofinancian la travesía sin más equipo que su propia valentía, coraje, agallas y testarudez, como es el caso del colombiano Giordano Pacheco que se aventuró a Perú para cumplir el gran sueño familiar. Similar a como sucede con una maratón, los principiantes del Dakar pueden sentirse satisfechos sólo con terminar la carrera, pero las leyendas, aquellos que ya han saboreado el néctar de la victoria para remover el empalago de la arena, aceleran confiados en que su motor resistirá el sobrecalentamiento, que las llantas permanecerán infladas aún pasando por encima de espadas, y que la carrocería los protegerá de las vueltas de campana: total, si salen volando, los recibirá la arena.

Mauricio Salazar Sierra (Piloto)
Mauricio Salazar Velásquez (Co-Piloto)

Car Pro Raid Dakar Perú 2019
Giordano Pacheco
Colombiano Motociclista Rookie 

Autofinanciado del Dakar Perú 2019
Nicolás Robledo Serna
Colombiano Cuatrimotista del Dakar Perú 2019
Lo interesante de ver los highlights de la competencia es que algunas veces muestran los rostros de desolación y frustración de los competidores, casi como si sus gestos dijeran "En qué momento me metí en esto" o "¡Esto cuando termina!" o "¡Aaahhh!" Y son cientos los desertores del desierto, unas veces por averío vehicular, otras por quebrantamiento del espíritu y las más por agotamiento físico. Me hace pensar en los migrantes Hondureños en el desierto de Sonora confrontándolo a pie igual a los nómadas saharianos pero sin tagelmustalasho ni camellos, algunas veces en chanclas de plástico, cargados con lo que salvaron de sus pertenencias al huir de los Mara Salvatrucha y la negligencia estatal. Me hace pensar en los Sirios dejando todo atrás antes de que les caiga una bomba en la cabeza. Me hace pensar en los Etíopes que vagan de un lado a otro como pelotas de ping-pong, exiliados en su propia tierra. Quizá los rostros desolados de los competidores del Dakar pierden valor al ser autoinfligidos versus la naturaleza forzada del desplazamiento de millares de personas, algo así como un martirio para liberarse del demonio del tedio. No sé, quizá yerro al compararlos. Lo que sí sé es que un sueño puesto a rodar no lo detiene ni el desierto.

La ruta del Dakar Perú
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Felipe Robayo

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