Derrape por un sueño
Migración Venezolana hacia Colombia por el puente Simón Bolívar. Adaptación de foto tomada por La Opinión. |
Source: INFOBAE en InfórmateRD |
Los venezolanos salieron de su país sólo dejando atrás una polvareda similar a los carros de rally cuando derrapan en plena curva a toda velocidad. Así mismo, las extenuantes condiciones del camino han dejado suelas rotas, ejes doblados, tanques vacíos, ánimos incendiados en medio de su debilidad acumulada y carrocerías chamuscadas que ni el aloe vera puede remediar. La carrera es contra el tiempo establecido por el hambre. El copiloto debe calmar la fatiga del piloto y el conductor debe mostrar firmeza y confiar en su navegador para sembrarle confianza. Y con indicaciones en las que creen con fe ciega, navegan lo desconocido sin detenerse a contemplar el paisaje salvo cuando se culmina una etapa y no queda más remedio que descansar. La mecánica se vuelve menester para continuar en caso de averío curable y la resignación hace casa en los corazones cuando se vara el ímpetu. Y la meta, aquel destino lejano y desconocido al que hay que llegar cuanto antes posible, no da tiempo para disfrutar el camino al que sólo importa vadear: el viaje presente no es el objeto del anhelo sino aquello que se ofrece en un porvenir incierto.
Lo curioso es que este no es sólo el caso de los venezolanos, pues el paralelo de la migración masiva latinoamericana y caribeña tanto para América del Norte como para Europa sobrepasa por mucho los índices venezolanos. Para el 1° de julio del 2017 se estimó que vivían 58.946.729 hispanos en los Estados Unidos, es decir, aproximadamente la población de Colombia, Costa Rica y Panamá unidas. (49.954.053, 4.301.712, 3.405.813) Por otra parte, una de las maneras como han establecido la presencia hispanoamericana en el territorio europeo es a través de los giros monetarios que denominan remittances. Estos remittances crean unos corredores (corridors) que permiten establecer desde qué país se manda más dinero a cuál y con cuánta frecuencia, pero además permite entrever que, por ejemplo, para Colombia los envíos desde el exterior representan la segunda fuente de ingreso de divisa más importante después del petróleo. En otras palabras, algunos de aquellos que decidieron correr sin mirar atrás conquistaron el trofeo: la posibilidad de remediar el hambre propia y de los que se quedaron. Además, el bonus track de su llegada fue la conquista de la paz mental frente a la seguridad de la vida.
Y surgen fenómenos migratorios como el de los centroamericanos hacia Estados Unidos con la promesa de un futuro mejor. Se acercan por millares al punto de partida de La Bestia en Arriaga, Chiapas, al sur de México con destino al norte en Baja California. Se arruman buscadores de un futuro mejor a la muerte certera en manos de guerrillas o la policía o los militares o las bandas criminales o el hambre, y toman puesto en el techo y los resquicios de los vagones diseñados para la carga de mercancía y se aventuran en un viaje sobre rieles por miles de kilómetros a través del desierto sinaloense a la merced de la voluntad de los Maras, los Zetas y las condiciones climáticas y ferroviarias.
Todos en una misma carrera por un futuro mejor, por la obtención de un sueño americano germinado en la esperanza de una nueva oportunidad. Todos huyendo despavoridos de la amenaza del filo del machete y el ardor de una bala tan caliente como un exosto después de cruzar los desiertos turcos. Todos hastiados de la crueldad, la corrupción y la impunidad. Todos montados en la mentalidad todo-terreno de seguir adelante sin importar lo que se venga porque jamás podría ser peor. Unos huyendo del (para)uribismo, otros del helenismo, aquellos del madurismo-castro-chavista, esos del sandinismo, ell@s de la abundante ausencia de oportunidad, del clacismo, del racismo, del estratismo, del Necesidadismo, del Miserialismo, del Hambrismo, del Muertismo camaleónico que ojalá y se quede comiendo polvo y no se aparezca a la vuelta de la esquina. Y a la espalda queda el pavor mientras el horizonte abre sus brazos y a él sólo se llega paso a paso. Total, la carrera no es contra nadie más que sí mismo, pero el tiempo muerde la tripa, y eso la hace una carrera por la vida y no queda de otra que acelerar.
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