Y usted, ¿por qué corre?
Durante mi estancia en la capital se corrió la Media Maratón de Bogotá del 2018. Más de cuarenta y cuatro mil corredores llenaron los veintiún kilómetros de recorrido como un cardumen de sardinas durante las migraciones en Sudáfrica. Esta carrera Gold Label es la más importante de América Latina y es de categoría mundial. Pero lo más impactante es que puede correrla quien lo desee.
El ganador de la diecinueveava versión con 1 hora, 5 minutos y 8 segundos, Betesfa Getahun, etíope de 19 años, sonreía con humildad frente al premio, un Hyundai Veloster rojo adjudicado por Neocorp, junto a la ganadora con 1 hora, 11 minutos y 34 segundos, Netsanet Gudeta, etíope de 27 años. El etíope estuvo a dos minutos con cuarentaiocho segundos de ganarse el incentivo de treinta millones de pesos. Así mismo, la etíope estuvo a un minuto y cinco segundos de hacerse acreedora del incentivo.
Ahora me pregunto, ¿cuántos corrieron por el premio? De los cuarenta y cuatro mil, diría con total certeza que ni la mitad corrieron por la victoria, si no que los motivaban cuestiones más personales, como por ejemplo demostrarse a sí mismos su capacidad de conquistar el trayecto. Los hay que corrieron por costumbre o por tradición. Otros, en cambio, buscaron superar marcas personales previas. Hay quienes corrieron netamente por curiosidad y hay quienes se inscribieron sólo por saber cuánto podían dar.
Pero a la larga, ¿importa la razón por la que se inscriba la gente? Anticiparía que sí, pues la preparación mental inmediatamente hace evidente una diferencia entre un corredor que sale a ganar, un corredor que busca recorrer el trayecto a como dé lugar y un corredor que sale a ver qué pasa. El primero sale con la determinación de recorrer el trayecto en el menor tiempo posible, el segundo en que lo recorrerá como sea y el tercero desde el inicio está supeditado al cemento en vez de a sí mismo. Esto implica que el primero da por sentado que recorrerá la totalidad del trayecto mientras que el segundo empleará todas sus energías en vencer la incertidumbre de sí logrará recorrer todo el trayecto o no. Y para el tercero, recorrer la totalidad del trayecto es apenas una posibilidad remota de la que saldría bien sorprendido y auto-congratulado de lograrlo.
Sin embargo, volviendo a la pregunta inicial de cuántos corrieron por el premio, es importante retomar la cuestión de que, en teoría, cualquiera puede llegar a ganar. Claro, la diferencia entre Betesfa Getahun y cualquier bogotano que haya querido sentir la emoción de correr la media maratón es que Betesfa sí corrió por la presea dorada, mientras que el otro ya se sentía ganador por el sólo hecho de estar recorriendo las calles de Bogotá apretado en un río de gente. ¿Pero qué pasa si alguien denominado 'del común' llegara a ganar una carrera de estas? Me imagino una película Adam Sandleresca en la que el personaje principal salva de la demolición a un ancianato donde trabaja su amada, una enfermera en la flor de la edad, ganando una maratón para la que se prepara asiduamente durante una semana con la ayuda de un ex-maratonista alcohólico acorazado con hurañez en el aislamiento de la montaña. La (melo)dramática victoria ante la estrella pop de las maratones, asiduo archienemigo de todo aquel que pueda representar una competencia, es la salvación del hogar de ancianos y un beso de su pelirroja como máximo galardón.
Es claro que para ganar una media maratón hace falta más que la gana de querer correr una. Hace falta el coraje de enfrentar al océano de gente que también corre hacia la misma meta, pero es vital reconocer que a pesar de compartir una meta, no se comparten objetivos y mucho menos destinos. Una media maratón se gana con perseverancia, tesón, convicción, determinación, preparación, ritmo y fortaleza. Se gana desapegándose de la fatiga. Se gana porque se sale con el firme propósito de ganar. Se gana cuando se ha auto-conquistado las emociones. Se gana cuando cada paso tiene el peso de la firmeza y la entereza. Se gana cuando se asume la carrera contra el tiempo. Se gana porque hay hambre de victoria. Se gana porque no hay otra opción pues Getahun y Gudeta viven de sus piernas.
Hace poco hablé con un amigo y me legó esta frase de Gandhi: “Cuida tus pensamientos, que estos pronto se convierten en tus palabras. Cuida tus palabras, que estas pronto se convierten en tus acciones. Cuida tus acciones, porque estos pronto formarán tus hábitos. Cuida tus hábitos porque tus hábitos forjan tu carácter. Y tu carácter es tu destino.” Un corredor que se prepara para la victoria y sale a ganar, forja su carácter de ganador y pronto es ganador. Quien corre por correr, forja un carácter de hacer por hacer y su destino es de actuar por actuar. Quien corre para demostrarse a sí mismo que es capaz, forja un carácter de alguien que se pone metas y su destino es cumplirlas. Getahun le dijo a El Tiempo: “Nuestra mentalidad es muy clara: nos convertimos en campeones del mundo o no seguimos”. En este sentido, es claro que para corredores como Getahun y Gudeta eventos élite como la Media Maratón de Bogotá son escenarios de consolidación profesional y por ende vienen con la victoria en mente. Su destino de ser campeón mundial se consolidó en el parque Simón Bolívar.
Para cerrar, mientras mi primo corría la media maratón para superar su tiempo logrado en la media maratón de Cali, en su casa, donde me estaba hospedando, celebrábamos la maratónica despedida de la casa, que había empezado cuatro días antes con el arreglo del predio para la fiesta y la mudanza, y la noche anterior se había sacudido al son de la salsa y el arrebato de gaitas y tambores. Y a la hora que Getahun cruzó la meta declarándose ganador, el compañero de casa de mi primo y yo desayunábamos para irnos a dormir. Al final del día, no podíamos diferenciar quiénes habían corrido la maratón y quiénes habían festejado hasta más no poder. Así ganamos recuerdos y guayabo, el primo piernas entumidas, y Getahun y Gudeta la media maratón.
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Felipe Robayo
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